La Paz, 06 de agosto de 2025 (ABI). – Bolivia recorrió durante 200 años un camino firme en la erradicación del analfabetismo. Aunque aún quedan desafíos -sobre todo en zonas rurales y pueblos indígenas- el país ha demostrado que cuando la educación se adapta a las personas, se pueden transformar realidades.
El camino no termina con leer o aprender a escribir, eso solo es el inicio de un nuevo sueño, nuevas metas y sueños por cumplir.
Es así que a sus 48 años, Angélica Chávez no solo aprendió a leer y escribir, también aprendió a vencer sus miedos.
“Antes, cuando no sabía leer, yo tenía miedo de hablar, de participar, de que me miren feo. Ahora todo ha cambiado. Me siento feliz”, cuenta Angélica con una emoción que se le escapa entre palabras.
Chávez, madre de tres hijos y residente de El Alto, nació en el municipio de Pucarani, en La Paz, y forma parte de un grupo de mujeres que, en su adultez, decidieron enfrentar una deuda histórica, el derecho a la educación.
Como ella, más de 1 millón de personas adultas en Bolivia recorrieron el camino de la alfabetización en las últimas dos décadas, a través de programas estatales que se enfrentan, día a día, al analfabetismo estructural, funcional y cultural.
Una transformación en marcha
En los últimos años, Bolivia redujo de forma sostenida su tasa de analfabetismo. En 2001, más del 13 % de la población mayor de 15 años no sabía leer ni escribir.
Desde 2006, más de 1,06 millones de personas fueron alfabetizadas, de las cuales cerca del 70 % son mujeres, quienes también se formaron en el área productiva para crear una fuente de ingresos.
El país fue declarado “Territorio Libre de Analfabetismo” por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 2008, pero no se detuvo allí. Con el lanzamiento del Programa Nacional de Post Alfabetización se busca que quienes aprendieron a leer y escribir completen la educación primaria.
En 2024, esa cifra cayó al 3,9 %, consolidando a Bolivia como uno de los países con menor índice de analfabetismo en la región. La meta del Gobierno es reducirlo aún más.
En este grupo está Angélica, quien creció en un hogar humilde de una familia numerosa. Su padre era albañil y, según cuenta, gastaba sus ingresos en el fútbol.
Su madre tejía aguayos y ponchos para sacar adelante a sus siete hijos. Angélica terminó solo el Primero de Primaria.
Sin embargo, abandonó la escuela a sus siete años porque el profesor pedía materiales que su familia no podía comprar. Aún recuerda con dolor que algunos de sus profesores la golpeaban por no llevar material requerido.
Desde pequeña emigró a la ciudad de La Paz donde trabajaba como niñera, después como tejedora y después formó su familia.

“Busqué mucho para aprender. Vivía en el campo, en El Alto también, y quería estudiar, pero mis hijos eran pequeños”, recuerda.
Ese "algún día" llegó gracias al programa de post alfabetización y a una casualidad mientras caminaba en los alrededores de radio San Gabriel, en la urbe alteña, cuando su hija vio el anuncio para las clases de alfabetización.
“Mis hijas me han animado. ‘Andá, mami, nunca es tarde para aprender’ me dijeron. Ahora ellas me ayudan con las tareas”, recuerda con emoción.
La historia de Angélica es también la historia de Bolivia, muchas personas tuvieron que abandonar sus estudios. Pero con el lanzamiento del Programa Nacional de Post Alfabetización se busca que quienes no aprendieron a leer y escribir en su infancia lo hagan ahora.
Un programa estatal con rostro de mujer
Según datos oficiales, alrededor del 70% de los alfabetizados desde 2006 son mujeres. Es una cifra que refleja tanto el impacto del programa como la reducción de las desigualdades históricas.
La directora general del Programa Nacional de Post Alfabetización, Maribel Velasquez Aramayo, develó que el Programa alfabetizó a 252.175 mujeres y 133.153 hombres.
“Tenemos grandes avances en este proceso educativo. Hasta la fecha tenemos alfabetizados 385.328 personas. Hemos alfabetizado a 252.175 mujeres”, enfatizó Velasquez.
Estas no solo son cifras, son vidas que se transformaron.
“Gracias a este programa las personas han logrado mejorar su calidad de vida y esto impacta también en mejorar el aprendizaje de sus hijos (…). Tenemos exparticipantes que son concejalas, dirigentes sindicales, lideresas comunitarias”, afirmó Velasquez, visiblemente emocionada.
El programa no solo alfabetiza, también promueve que los participantes cursen hasta Sexto de Primaria y los motiva a la formación técnico-productiva.

Se ejecuta en su mayoría en zonas rurales, barrios periurbanos y comunidades indígenas, con materiales adaptados a siete lenguas originarias, incluyendo quechua, aimara, guaraní, mojeño trinitario y yuracaré.
“Tenemos casos de participantes que empezaron desde cero, alfabetizándose en lengua materna, y hoy son autoridades municipales”, resaltó Velasquez en referencia a una mujer que no se dio por vencida, que empezó desde cero; sin embargo, terminó sus estudios y ahora es concejala de Cotoca, en Santa Cruz.
Según cifras oficiales, 358.634 personas concluyeron hasta Tercero de Primaria y 270.091 llegaron hasta Sexto Grado, gracias al programa estatal.
En Bolivia, la alfabetización ha dejado de ser solo un objetivo estadístico porque ahora es una herramienta de transformación individual y colectiva.
Desafíos
Pese a los avances, los retos persisten. Las zonas rurales y marginales siguen siendo los espacios más difíciles de cubrir. Las condiciones socioeconómicas, el aislamiento geográfico y las barreras culturales impiden que muchas personas accedan a la educación.
Para enfrentar estas dificultades, el programa prevé una alfabetización digital. Se proyecta una estrategia que busca capacitar a los maestros en nuevas tecnologías para ampliar el alcance del programa.

Maestros que enseñan a soñar
La metodología del programa es flexible e intercultural. Se adapta a los horarios y contextos de los participantes, y se imparte en mercados y barrios periurbanos e incluso centros carcelarios.
En este proceso educativo, los pedagogos y facilitadores cumplen un rol esencial.
Rogelia Arenas, maestra con 15 años de experiencia en post alfabetización, cuenta cómo los participantes al finalizar su curso reciben su libreta, son vivencias que la marcaron.
“He trabajado con personas mayores, con discapacidad, con mujeres que nunca pudieron estudiar. Muchos hoy son bachilleres. Incluso hay abogados y maestras que empezaron con nosotros”, recuerda, mientras sus ojos brillan con gran satisfacción.
La tarea, sin embargo, no es sencilla. Los participantes llegan con diversas barreras: físicas, cognitivas, sociales o emocionales. Pero la estrategia educativa es adaptar la enseñanza, trabajar desde lo más básico y, sobre todo, respetar el ritmo de cada persona.

“Con los adultos mayores empezamos desde la motricidad, porque las manitos están duras, y no han escrito nada en toda su vida, empezamos haciendo las mándalas para que las manitos vayan suavizándose y puedan escribir. Vamos desde lo más básico hasta llegar a descubrir a nuestros artistas. También tenemos el origami ¿para qué le sirve el origami a los adultos?, para que la persona esté concentrada, despierte su creatividad (…), hasta llegar al dictado. Educamos para la vida”, afirmó.
Arenas recordó con claridad un momento que la marcó en Mecapaca (La Paz), cuando uno de los beneficiarios le dijo una frase que quedará en su corazón y es un aliento para seguir en el camino de la enseñanza.
“Un estudiante me dijo al recibir su libreta ‘Maestra, estoy recibiendo esto como el hambriento recibe un pan’. Esa frase me sigue acompañando”, contó emocionada.
“Tenemos bachilleres, tenemos personas profesionales, tenemos maestras, abogados que en la realidad están sirviendo a nuestra sociedad”, agregó.
Alfabetización con identidad
Uno de los pilares silenciosos del Programa Nacional de Post Alfabetización es el trabajo comprometido de los educadores que, día a día, ingresan a comunidades, barrios periféricos y zonas rurales para llevar educación a quienes nunca tuvieron esa oportunidad. Además de su carácter intercultural y multilingüe.
Para el facilitador, Juan Carlos Cachi Chacón, yatichiri (maestro en aymara), el objetivo es fortalecer la lectura y escritura en la lengua materna de cada comunidad.
En su experiencia, el rezago educativo no es solo una cuestión de distancia física, sino también de exclusión histórica, particularmente hacia las mujeres. “Había niñas que terminaban primaria a los 12, 13 años, pero ya no continuaban, porque la secundaria estaba a un día de caminata. Además, muchas veces no se les permitía estudiar por ser mujeres. Tenían que quedarse en casa, en la cocina, o pastoreando”, recuerda con pesar.
Uno de los casos que más lo marcó fue el de una mujer de más de 80 años, con problemas de vista, que decidió aprender a leer en silencio, sin que sus hijas —ya profesionales— lo supieran.

“Le daba poca tarea porque no quería que se esfuerce mucho, pero ella avanzaba más allá del programa. Y al final aprendió a leer. Esa es la emoción más grande para un facilitador. Es el mejor regalo”, afirmó.
Otro caso, igualmente impactante, fue el de una mujer cuyo esposo, policía, no le permitía estudiar.
“Ella me dijo que debía estar en casa antes del mediodía para tener listo el almuerzo. Pero, aun así, venía a clases, batallaba. Y ahora sabe leer, y me dijo ‘voy a salir bachiller’. Son historias que te marcan”, recuerda Cachi.
La educación como herramienta contra la pobreza
“Analfabetismo y pobreza están íntimamente relacionados. Si luchamos contra el analfabetismo, también ayudamos a reducir la pobreza”, afirmó la Directora General del Programa Nacional de Post Alfabetización
Esta afirmación se confirma con testimonios como el de Chávez, porque antes de aprender a leer y escribir su vida era diferente.
“Antes me sentía mal, no sabía ni leer un letrero. Ahora leo lento, pero leo. Ya no tengo miedo de participar. Me han dado confianza”, afirmó Angélica Chávez, quien se prepara para asumir responsabilidades en su comunidad como parte de la organización Bartolina Sisa, luego de haber aprendido a leer y escribir.
“Quiero seguir estudiando. Ya estoy en primaria, y cuando termine quiero seguir más, porque nunca es tarde”, sostuvo.
Para algunos, el recibir una libreta puede parecer un papel más. Pero para muchos, es el comienzo de una vida nueva.
Gmm/Afbs








