Era un día laboral como cualquiera hasta que se escucharon los primeros rumores, los primeros muertos. En la empresa de vidrio templado cerca de la zona de Senkata, El Alto, el joven Reynaldo Javier Condori Aliaga y sus compañeros de trabajo estaban pendientes de lo que sucedía.
La alerta provocó que a las 13.00 del 19 de noviembre de 2019, su jefe decidiera suspender la jornada para que todos vayan a reguardar a sus familias. Reynaldo relata que por suerte vive al frente de su trabajo y que le esperaba el almuerzo.
Sin embargo, motivado por documentar en videos los hechos de esa jornada para colgarlos en su página de YouTube, almorzó, tomó el celular y salió al encuentro de ese escenario de tensión y miedo, donde los protagonistas eran militares y policías que ejecutaban un operativo de fuerzas combinadas contra quienes protestaban y cuestionaban las acciones del régimen de Jeanine Áñez.
“Terminé de comer y me fui rápido a Senkata. Llegué y vi todo lo que estaba pasando, todo un caos. Había heridos, no sé cuántos. Me quedé a la altura del Banco Unión. Estaba lleno de gente. Vi que había helicópteros sobrevolando. Entonces, toda la gente se asustaba. Gritaban: '¡Están disparando desde arriba!'”, relata en entrevista con el programa Somos Democracia, una alianza de medios estatales.
Mientras la masacre dejaba como testimonio a heridos de bala esparcidos por las calles de Senkata, Reynaldo Javier Condori Aliaga corría de un lado a otro junto a todas las personas que también buscaban refugio y sortear las balas de guerra.
“Estaba a la altura del Banco Unión, justo en la esquina donde termina la planta de Senkata. Y, ahí vi que un muro estaba caído. Vi que había militares disparando. Escuchaba el ruido de los disparos. Eran como petardos. Sonaban fuerte. Es en ese momento cuando quise grabar. Fui al costado de la avenida a grabar directamente a los militares y ahí es donde recibí el impacto, justo en el maxilar superior, en mi cara, al lado de mi nariz”, cuenta el sobreviviente de la Masacre.
Después de que cayera al piso y se desangrara, fue socorrido por personas que trasladaban a más heridos hasta la puerta de la sucursal financiera en el momento de la represión. Llegó un vehículo y trasladó a todos al centro de salud más cercano de la zona. Cuando era transportado, a su lado estaba otro herido de bala que no pudo sobrevivir, porque el impacto le había llegado en la cabeza.
Reynaldo tuvo que esperar dos horas para que lo atendieran los médicos que pedían un pago de Bs 7.000, quienes tuvieron que recibir Bs 1.000 como anticipo para hacer una intervención quirúrgica de limpieza de los huesos rotos, pero no lograron quitarle la bala que se encontraba incrustada detrás de su cuello. El trato no provocaba un buen ambiente hasta que decidió, junto a su mamá, pedir el alta e ir a una clínica privada donde le salvaron la vida.
Es sobreviviente al igual que otros 34 heridos, y testimonio de la masacre. Su pedido es claro: “Quiero y siempre quise que se haga justicia, quiero que paguen y entren a la cárcel los autores materiales e intelectuales que mandaron a asesinar a nuestros hermanos”.
“Siempre me puse a pensar en quiénes fueron los responsables, porque al principio decían: ‘entre ellos se han hecho, entre ellos se mataron’. Me acuerdo que en el momento que yo quería grabar me puse al frente de los militares y la bala me llegó de frente y no de costado. Estoy seguro que fueron los militares, siempre estuve seguro de eso”, cuenta a casi dos años de los hechos.







